viernes, 24 de abril de 2009

¿Porque estoy triste? La necesidad del gozo


LA NECESIDAD DEL GOZO

No hay que hacer un gran esfuerzo para encontrarse con caras largas en nuestra ciudad, y cuando vemos personas que aparentemente son “felices” al indagar un poco más en sus vidas, nos percatamos que son profundamente desdichadas. Vemos a cada momento el esfuerzo del hombre por alegrarse, un ejemplo de esto es la industria del entretenimiento, muchos están dispuestos a pagar para que los hagan reír, y ahora incluso los científicos experimentan con la “Risoterapia” para la mejora de sus pacientes. Hay una necesidad de gozo en el hombre, que de alguna manera aplaque el dolor que lleva en su corazón.
La Escritura nos enseña que la alegría del que no conoce a Dios tiene una característica fundamental, es momentánea. “¿No sabes ya de siempre, desde que el hombre fue puesto sobre la tierra, que es breve la exaltación del malvado y dura un instante la alegría de los perversos?” (Job 20: 4-5). El problema que hace del hombre un ser lleno de ira y amargura no es sociológico, sino netamente espiritual. La cuestión es simple, el ser humano ha elegido permanecer lejos de la fuente del gozo y el consuelo, su Creador. Ante esto, lo que hace es crear sus propios métodos para alcanzar la alegría que anhela, siendo éstos incapaces de darle lo que realmente necesita. El origen de la tristeza del hombre tiene una raíz oscura y profunda, su nombre es el pecado. Hollywood con toda su industria ha querido vendernos siempre al “Rebelde Feliz”, aquél que siempre logra salirse con la suya, a pesar de sus iniquidades. Bueno, eso sólo queda en el plano de la fantasía, mas no es ni cercano a la realidad que está a nuestro alrededor. Dice el Salmista: Dolientes por su conducta pecaminosa y enfermos por sus maldades. ( Sal 107:17), y el Apóstol Pablo, en la epístola a los Romanos expresa: (…) “ pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego” (Rom 2:8-9). Es que sencillamente Dios no hace acepción de personas, y el pecado tiene su retribución. Una vida sin Dios, es necesariamente desdichada.
Por otro lado existe un gozo que no es de este mundo, sino que proviene de Dios. Expresa la Escritura: “Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre” (Sal 16:11). ¿Significa esto que el Cristiano no experimenta sufrimiento alguno en su peregrinar en esta vida? ¡Por supuesto que no! El ejemplo lo tenemos en nuestro Señor Jesucristo y en los mismos Apóstoles que pasaron grandes aflicciones y derramaron muchas lágrimas en medio de la persecución, la Escritura no esconde la estrecha relación entre el cristiano y el sufrimiento, sin embargo existe una gran diferencia con el del incrédulo. Expresa el Salmista: ¡Vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva. Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas (Sal 86:16-17). Y dice el mismo Señor Jesús: Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo (Jn 16:33). La diferencia básica es que en medio del dolor el cristiano tiene consuelo. No se trata de un simple optimismo o visualización positiva, sino del mismo Espíritu Santo (El consolador) obrando de manera viva y poderosa en medio del conflicto y la turbación. Es la recompensa del Padre, para aquellos que quieren agradarle verdaderamente. El creyente verdadero, aunque pase muchos dolores (con consuelo) en esta vida a causa de la Justicia, tiene un gozo eterno que le espera, y meditando en esa verdad se goza también en el presente. En cambio, el impío aunque tenga un poco de risa momentánea (que termina en congoja), su futuro es el más desesperanzador que pueda existir, la perdición eterna. De allí que ante tamaña tragedia haya gozo en los cielos cuando un pecador se arrepiente. “(…) he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor (Lc 2:10-11). ¡Recibe el gozo de la buena nueva del Evangelio, y alégrate en tu Señor!