martes, 21 de abril de 2009

LA VERDADERA VIDA


La verdad escritural de la Palabra de Dios es que el hombre va a vivir (en el sentido de existencia) para siempre, ya que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
El sentido de la eternidad, de lo trascendente, no ha sido una elaboración cultural, sino teológica. El Señor Todopoderoso, nos creó de ese modo. Sin embargo, la Escritura enseña también que el hombre está muerto y además que va a morir. ¿Es posible complementar estas verdades? Sí, estudiemos la cuestión.
El hombre y la mujer fueron creados perfectos en el huerto del Edén, llenos de vida; sin embargo, por el pecado del hombre se nos dice que entró la muerte. En la Escritura se describen varias acepciones del concepto, la primera es la muerte física, sin duda la más fácil de identificar, de hecho la ciencia ha permitido que podamos medir por instrumentos tecnológicos los signos vitales y de ese modo saber si vive o no una persona. Esta separación del cuerpo con el alma, es no obstante sólo una manifestación de una muerte anterior en el hombre, la espiritual.
La advertencia de Dios a la pareja del huerto, fue que si comía el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, morirían. Bien, ellos comieron y físicamente siguieron existiendo sobre la Tierra, lo que ocurrió es que fueron echados del Huerto y alejados de Dios. Lo que el Señor quiere enseñar en esta escena, es que la verdadera muerte es estar separados de su presencia, perder la comunión y dependencia de Él. La degradación del cuerpo concluyendo con la muerte física, no es más que una expresión de la muerte espiritual en el corazón (en su sentido metafórico) del hombre al rebelarse contra su Creador.
Por eso nos dice San Pablo en la Epístola a los Romanos: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). ¿Amigo lector, cuántas veces has pecado?, ¿muchas cierto?, innumerables seguramente, de hecho dice el Espíritu Santo “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios”. De allí que el Apóstol tenga una noticia para ti amigo lector, estás muerto. No es que estés enfermo espiritualmente, estás muerto. Y no hay hombre en esta tierra que naturalmente no esté en esa condición (Rom 3: 9-20). El pecado y la consiguiente separación de su Creador provocan en el hombre, esclavitud. Jesús dijo: el que peca, se hace esclavo del pecado (Juan 8:34), por ello si bien el hombre decide pecar, no puede elegir sus consecuencias, y una de ellas es que ese mismo pecado toma señorío de él haciendo al hombre siervo de su amargura, impulsos, mal carácter, malos pensamientos, ansiedad, etc. Otra consecuencia de la muerte espiritual es la insatisfacción, una búsqueda permanente por llenarse, saciar algo (que muchas veces no conoce lo que es, pero sabe que necesita su alma) dentro de sí, hace entonces un dios de su profesión, deportes , fama, el reconocimientos, sexo, riquezas o incluso de una imagen de yeso. Su búsqueda consiste en satisfacer ese vacío, mas nunca lo logra y la razón es simple, porque la raíz de esa sensación es Dios, quien lo creó para tener comunión con Él y si permanece en su estado oscuro hasta su muerte física, experimentará algo aun peor que la Escritura llama la muerte segunda. El Apóstol Juan, ocupa este término en el libro de Apocalipsis cuando expresa lo siguiente: “pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Esta vez la separación de Dios, será eternamente, por los siglos de los siglos, por ello la necesidad urgente de estar preparados para el momento de partir del escenario de este mundo, asumiendo esta realidad que el evangelio nos anuncia hasta la saciedad tomando una decisión al respecto, estamos muertos, y solo ir a Jesucristo en arrepentimiento y fe podrá salvarnos de un destinto desastroso por decisión propia. El hombre es inmortal, porque va a existir después de esta vida para siempre, ya sea en el Cielo o en el Infierno. Sin embargo, queda claro que la verdadera vida en esta tierra y en la próxima, comienza por recibir el sacrifico de Cristo por nosotros, volviéndonos de nuestra vana manera de vivir a la obediencia a Cristo y a su Palabra, sólo a través de ésta podemos tener su Vida, por eso expresa el Maestro: “Yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por mi” (Juan 14:6). “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Hoy clama a Dios la vida abundante que sólo la gracia de Cristo te puede dar, él te levantará de tu mortandad.